Un lunes a las 12 del mediodía, sin previo aviso—igual que la pandemia—la luz en España se apagó. El país quedó sumido en la oscuridad, como si de una película de ciencia ficción se tratara. Y, al igual que entonces, nadie sabía cuánto duraría aquello.

Eso que parecía impensable, sobre todo en Europa—ese lugar donde esas cosas no pasan—pasó. Porque «esas cosas» solo ocurren, decimos, en Estados Unidos, donde la gente se lanza a la calle desesperada, saquea tiendas o simplemente se sienta a esperar que vuelva la luz, símbolo de la civilización occidental, dueña de la seguridad y del bienestar que presumen los países del llamado «primer mundo». O en países del «tercer mundo», donde las infraestructuras son precarias.

Y quizás, debido a ese bienestar, todo eso sea cierto. Pero el mismo orgullo que lleva a muchos a gritar que son superiores al resto del mundo, también les hace olvidar que hoy, en esta era de incertidumbre, todo es posible. Seas quien seas, estés donde estés: primer, segundo o tercer mundo.

Es curioso. Creí que la pandemia nos había enseñado algo. Pensé que nos haría reflexionar sobre la soberbia con la que creíamos tenerlo todo bajo control. Pero, una vez más, ni siquiera la oscuridad total logra que veamos con claridad. No sabemos cómo ni por qué ha sucedido. Solo que ha pasado.

Eso sí, esta vez todos mantuvimos la compostura. No hubo saqueos, ni gritos, ni carreras desesperadas. Nadie corrió a los supermercados para acaparar agua. Algo aprendimos: mantener la calma. Porque la calma salva vidas. Y ayuda a que todo vuelva más fácilmente a la normalidad.

Y cuando esa normalidad regrese por completo, cuando recuperemos la confianza perdida, tal vez deberíamos preguntarnos: ¿y ahora qué?

Tal vez es momento de hacer un ejercicio de humildad. De dejar de repetir con superioridad: «esas cosas solo pasan en el tercer mundo». Porque la realidad ya nos ha demostrado que nadie está libre de sufrir una desgracia, ya sea una pandemia o un apagón.

Esta vez han sido unas cuantas horas.
¿Qué pasará cuando sean semanas o meses?
¿Seguiremos negando la evidencia?

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