Descubre los beneficios del paraguas como protector solar y por qué es hora de romper mitos sobre quién “debe” cuidarse del sol.

Hola Curly.

Este post se me ocurrió ayer, mientras iba sentada en un taxi con el aire acondicionado haciendo lo que podía. Vi a una mujer blanca caminando por la calle, felizmente protegida del sol con un paraguas. Y ¡pum!, se me activó el recuerdo. Durante mi reciente viaje a mi país de origen, esa imagen era tan cotidiana como el sonido del gallo al amanecer. A mediodía, cuando el sol está en modo microondas, lo normal era ver a la mayoría de las mujeres con paraguas multicolores o sombrillas bordadas con un gusto que ni la pasarela de París.

Ya sé lo que algunos occidentales desinformados piensan —ese cliché absurdo de que “los negros no sentimos calor”— como si viniéramos con un aire acondicionado de serie por haber nacido en un continente soleado. 🙄 ¡Por favor!

Y claro, luego viajan a nuestros países, ven a una mujer negra usando sombrilla y se quedan mirando como si hubieran visto un unicornio con sandalias. Pero si ven a una mujer asiática haciendo lo mismo, les parece lo más normal del mundo. ¿Doble rasero? Confirmamos.

Se han creído ese cuento de que la protección solar es solo para pieles blancas, como si tuvieran el monopolio del SPF y del derecho a cuidar su piel. Spoiler: ¡no lo tienen! En África, las mujeres llevan siglos usando mantecas, aceites y fórmulas naturales para protegerse del sol. Porque sí, el sol es vida, pero también puede ser traicionero. Y no, nuestra melanina no es una capa mágica anti-rayos UV.

Además, el sol de nuestras tierras tiene su ritmo. Allá, el astro rey se toma su tiempo: le gusta levantarse tarde, tipo 11 de la mañana, y empieza a calentar en serio hasta las 6 o 7 de la tarde (dependiendo si estamos en época de lluvias o no). A las 8, ya puedes salir a caminar, tomarte un café en la terraza o leer un libro en la cama sin derretirte.

Pero aquí… ¡ay, aquí! El sol empieza su jornada laboral a las 6 de la mañana y no para hasta que tú ya estás en la cama con el ventilador en la cara. Es un trabajador incansable. Te pega con fuerza, como si le debieras dinero, y cuando está en lo más alto del cielo parece que estás en una parrilla giratoria. Y no en plan «vacaciones en la playa», sino «carne al punto de combustión».

Por eso, queridas mías (y queridos también), hay que protegerse. Con crema, con gorra, ¡y claro que sí, con paraguas también! ¿Qué importa lo que digan los ignorantes de turno? Si el sol te abrasa, saca tu paraguas con orgullo. De hecho, usar paraguas para protegerte del sol no solo reduce el riesgo de quemaduras y envejecimiento prematuro, sino que también ayuda a mantener tu temperatura corporal más baja y a evitar golpes de calor. Es como tener sombra portátil. ¡Un lujo en días infernales!

Y lo mejor: ahora hay paraguas pequeñitos, ligeros, con diseños tan monos que parecen sacados de una boutique japonesa. No ocupan espacio, te salvan la piel y te dan un aire de diva internacional.

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Hasta el próximo post ¡A protegerse del sol con estilo!

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